Lilac: apuntes sobre "Nosferatu"
Hace poco un cliente had the audacity de decirme que "Nosferatu" (Eggers, 2024) le había parecido aburridísima, así que acá va mi rant de anotaciones sobre la peli con varios spoilers.
Queride tú, hay tres tipos de lectores: los activos y pasivos cortazarianos, y los nebulosos; esa categoría se la robé a Carlos Sandoval, quien la usó para describir al Departamento de área III, o Departamento de Literatura y Vida, de la Escuela de Letras de la Central. “Aquello era una cosa que nadie entendía qué hacían realmente, entonces lo llamábamos la Nebulosa”, dijo Sandoval durante una presentación de la Semana de la Narrativa de 2019 que me quedó resonando hasta hoy.
Ya te podrás imaginar qué tipo de lectora soy yo.
Nebulosa: dicho de la gente intensa que solo piensa en ritos, metáforas y arroz chino.
Te advierto, estos apuntes sobre Nosferatu (2024) no tienen cuerda de salvamento, mantén cerca una bolsita de papel por si te mareas.
Also, el foco está en el viaje de la heroína.
Is there anything so undoing as a woman?
* * *
¿Quién no se preguntó una vez:
soy un monstruo o esto es ser una persona?
Clarice Lispector
La dormilona blanca en la primera escena la delata: es una reina de mayo, el sacrificio que será entregado a las sombras para que regrese la luz al mundo. The May Queen era un rito pagano del siglo XIX en el que se rendía culto a los árboles. Según el folklore, el sacrificio de la doncella (vestida de blanco y con flores para representar la vida natural) aseguraba la renovación del ciclo de la naturaleza. Por supuesto, hace falta más que una pijama para fijar el arquetipo y la confirmación llega a través del nombre de la protagonista: antes de que la conozcamos como Ellen, el conde Orlok acude a ella en sueños y la llama Liliac.
You are not for the living. You are not for humankind.
Liliac, en rumano, es una palabra que puede referirse a las lilas o a los murciélagos. Esa doble significación captura la esencia dual de Ellen. Si seguimos la simbología de las lilas, que en la época victoriana podían representar el primer amor o, inclusive, el recuerdo de un amor perdido tempranamente —eran flores que se les regalaban a las viudas—, tenemos un foreshadowing de la relación de Ellen y Thomas: un amor puro destinado a la tragedia. Por el contrario, si elegimos la imagen del murciélago, será posible conectarnos con ese aspecto oscuro y sobrenatural que marca el viaje de la heroína en su proceso de pasar de la Kore a la Perséfone.
Cabe acotar que Pérsefone era la “portadora de la muerte y la destrucción”, la muerte entendida, para efectos de esta nota, no solo como el final del cuerpo sino también como ese estado intermedio del durmiente; el sueño como una petite mort capaz de ofrecernos un vistazo del otro mundo. Esa es Ellen: la doncella que camina en el velo entre dos realidades.
El peso de lo onírico es notable en Nosferatu y, sobre todo, en la caracterización de Ellen y su conflicto, que parece ser un enfrentamiento directo entre lo divino (lo pagano/sagrado) y la modernidad (la ciencia). Hay dos líneas de diálogo que cimientan esta lectura: la primera es la de Orlok que cité en párrafos anteriores, “tú no eres para los mortales, no perteneces a lo humano”; y la segunda corresponde al profesor Von Franz, “In heathen times you might have been a Great Priestess of Isis. Yet, in this strange and modern world your purpose is of greater worth”.
Isis era la diosa egipcia de la fertilidad, la magia, la muerte y el renacimiento; hermana y esposa de Osiris, señor del Inframundo (después de que su mito se popularizara al punto de asimilar a Anubis); conocida por ganarle en astucia a Seth y engañar al mismísimo Ra para obtener sus poderes y salvar a Osiris (a quien Seth estaba empeñado en destruir). No resulta difícil encontrar ecos de Isis en Perséfone y la alusión a la diosa es, una vez más, un espejo de la senda que debe seguir Ellen.
En ese sentido, y regresando al conflicto de ciencia/paganismo, estamos hablando de una divinidad y/o potencia femenina en un mundo dominado por el logos y es por eso que los arquetipos que acompañan a Ellen son masculinos. Cosa que no sucede, por ejemplo, en Suspiria (Guadagnino, 2018) donde el viaje de Suzy es guiado por los arquetipos de la bruja y la rebelde. Suzy es la Madre de los Suspiros, la mayor de las Tres Madres, en este relato que parece trazar un camino del fantástico al cuento de hadas. La Gran Madre, fusionada con el arquetipo de la bruja, es una fuerza fundacional, primitiva, que ha vuelto a encarnarse en la tierra para liderar a sus hijas.
La escena final de la película es preciosa: tras revelar su identidad, Mater Suspiriorum convoca a su familiar, un daimon que purifica el coven de mujeres que bailan en la cámara, y luego, en el clímax, la diosa procede a rasgarse el pecho para mostrar una boca, una especie de vulva dentada que aruña los tímpanos. Todo se ve rojo porque es una matriz rebanada, la Madre extendiendo su dominio hacia el exterior. Rojas son las cuerdas que antes componían los trajes de las danzantes y que parecen evocar ritos de estrangulamiento o de suspensión. La cuerda vincula a las bailarinas con la diosa, pero también arroja un lazo hacia los espectadores, los subyuga, y es roja como el flujo vital que corre por el cordón umbilical.
El remake de Guadagnino lo tiene todo: ritos de pasaje, arquetipos, feminidad monstruosa, escenas oníricas, el plot de la final girl, y la comida como elemento de transformación. Asimismo, se destaca una tensión entre los códigos de la realidad presentada y el código de lo sobrenatural, que pone de manifiesto características de lo que la investigadora Ana María Morales califica como géneros literarios fronterizos (el fantástico, el cuento de hadas y el terror). Estos elementos también están presentes en Nosferatu: el banquete donde Thomas es sometido por la fuerza de Orlok, el rito de pasaje de los gitanos que funciona, de nuevo, como anticipo del fatum de Ellen; y los sueños, en los que a la protagonista se le revelan los misterios de lo profano y que deviene en la formación de su sombra ante la sociedad.
La analista Emma Jung sostenía que la mentalidad femenina resultaba menos opuesta a la irracionalidad, menos cerrada ante lo inconsciente; y en Nosferatu, lo inconsciente choca constantemente con el logos masculino. Friedrich es escéptico ante lo oculto y el mismo Thomas desdeña las advertencias de su esposa, catalogándolas de simples pesadillas producto de la melancolía; el estado delirante producido por una tristeza “sin causa”. Considerando estos aspectos, no es de extrañar que los aliados de Ellen sean el amante (The Lover) y el clown (representado por el profesor Von Franz) mientras que los antagonistas son Orlok, Friedrich y Anna.
Recordemos que “antagonista u oponente” no es un rol que ejecute necesariamente el villano de la historia sino aquel personaje que tiene valores similares a los del héroe y busca intervenir para generar tensión o evitar que el héroe logre sus objetivos.
Cada arquetipo y su interacción con Ellen nos revela una capa más profunda de significado en el viaje de la heroína. Voy a detenerme en el dúo Anna/Friedrich porque son los personjes que sirven de extensión a la mirada social de la época.
La primera vez que aparece Anna, la vemos ataviada en un vestido dorado mientras observa cómo Ellen (bañada tanto por la luz como por las sombras, la insistencia en su dualidad) juega con sus hijas. El color dorado ha sido una constante en el arte para representar la conexión con lo divino, el poder y la riqueza; tríada que construye el perfil de Anna. Es una mujer que goza de holgura económica al ser esposa de un comerciante y está vinculada a lo divino por medio del arquetipo de la madre que sigue los patrones católicos de la época. Anna es amorosa, pregona la piedad filial y es una pareja obediente y sumisa. Aun cuando Friedrich y ella parecen permitirse cierta libertad carnal, esta no recibe condena al estar arropada por los pilares de la familia tradicional: su matrimonio es fértil y da hijos al mundo. De allí que su muerte a manos de Orlok (la sombra/lo profano) pueda resultar tan potente: es un escupitajo directo a las normas que mantienen el orden, desatando el caos en el entorno social. Para rematar, está embarazada y tanto ella como su esposo hablan de un varón. Un varón enérgico y con el mismo apetito “insaciable” del padre, en palabras de Anna.
I feel so weak. I… (laughing) I fear little Friedrich is so strong, so hungry he is eating me weary.
Anna en Nosferatu.
El apetito es otra idea que está, en parte, asociada netamente con lo masculino. Lo vemos manifestarse en el deseo sexual de Friedrich, en la pasión de conocimiento de Von Franz, en las ambiciones de Thomas, en la hybris de Knock y en la fuerza de Orlok. Solo lo masculino puede tener agencia en la energía activa del apetito, de lo que se devora en sociedad, y cualquiera que trate de contravenir esa regla, terminará siendo señalada.
Por eso Ellen es una piedra en el aparato social: melancólica, infértil y con un hambre capaz de conjurar sombras. Friedrich reconoce esa fuerza en ella y la rechaza, situación de la que Ellen es consciente y que le reprocha tras cumplirse la primera noche pautada por Orlok, como vemos en el siguiente diálogo:
—Why do you hate me?
—How dare you speak to me in that marked manner?
—You have never liked me. Never.
—Know your place, madam.
—I will not stand by and pretend at your superiority.
—I refuse to exchange reproaches with you.
—Why can you not hear me? Listen to me, please!
—I have done everything in my power to be kind to you in these long months.
—Tied me up.
—Find the dignity to display the respect to your caretaker.
—How can you be so stupid and cruel?
—Hartmann will call you a coach. My expense, of course. And for your husband’s sake, I pray you learn to conduct yourself with more deference.
En la escena anterior, Friedrich se erige en jefe y censor social: demanda obediencia, respeto y sumisión cuando Ellen exige ser escuchada como una igual. He leído algunas críticas que no captaron la función del personaje de Friedrich, pero tanto él como Anna son necesarios a fin de darnos un vistazo de la etiqueta social y el porqué una mujer como Ellen termina siendo problemática.
Luego tenemos al clown, Von Franz. La razón por la que veo más al arquetipo del clown que al Mago o sabio en el personaje es precisamente por el contexto: Von Franz es un hombre que le dio la espalda a la academia para dedicarse al ocultismo y, en el mundo moderno e industrial, su sabiduría fuera de la norma recibe mofas y escepticismo. Es un hombre que está buscando lo profano, eligiéndolo antes que al logos, y esta elección lo convierte en un aliado coherente con la trayectoria de Ellen porque se trata de un hombre que, como mencionara Jung, no está cerrado a lo inconsciente. El clown valida las necesidades de Ellen porque ambos adversan a la sociedad y le muestran sus monstruos.
Entonces llegamos a Orlok. No creo que haya una única lectura posible de este personaje, pero en estos apuntes quiero focalizar su función como la sombra de Ellen:
—I was but an innocent child.
—And thought you I would not return? Thought you I would not? Your passion is bound to me.
—You cannot love.
—I cannot. Yet I cannot be sated without you. Remember how once we were?
“Tu pasión está atada a mí” y “no puedo saciarme sin ti”, dice Orlok, la sombra. Orlok, esa fuerza ancestral y pútrida que consume todo lo que toca y que fue invocada por esta mujer silenciada y obligada a reprimir sus instintos. Para colmo de males, Ellen está “casada” con él, ambos son uno. Y si te perdiste la escena del matrimonio, tenemos que hacer memoria y considerar que el rito que conocemos en la actualidad, con los testigos y el clérigo u oficiante, no fue normativo sino hasta el siglo XIII, cuando todas las bodas tenían que celebrarse en la iglesia. Sin embargo, los matrimonios “profanos” seguían existiendo y esto es lo que parece ocurrir entre Ellen y Orlok con un intercambio de votos:
—And shall you be one with me ever-eternally?
—Do you swear it?
—I swear.
Al casarse con Thomas, Ellen quiebra el pacto y la criatura regresa para cobrarle su traición. Es un plot muy simple, tan sutil que más de uno lo perdió de vista.
Para destruir a la sombra, que es parte de sí misma, la doncella debe entregarle “su amor” y yacer con la criatura. Por su parte, Orlok requiere que la doncella renueve sus votos y sean uno en “carne” para restaurar su vínculo. La energía vital de Ellen es lo que mueve al monstruo. Y aquí es donde el guardapelo o medallón que la muchacha le entrega a Thomas es otro símbolo importante.
Para los victorianos, el cabello representaba la energía vital y el alma. Por eso es clave aquel momento en el poema de Christina Rossetti, “Goblin Market”, cuando Laura decide pagarle a los duendes con un rizo dorado para probar sus frutas. Inmediatamente después, la muchacha cae en un estado melancólico y su alma empieza a apagarse. El cabello, que antes fuera descrito con el aplomo de los sementales, se vuelve una llama marchita. Así Ellen, al entregarle su cabello a Thomas, está dejando con él parte de su alma y su vitalidad. Es por eso que Orlok se apresura a apoderarse del medallón y de este modo logra establecer un canal más directo para empezar a comunicarse con Ellen, tras lograr que Thomas firme los papeles en los que renuncia a los votos matrimoniales que bloqueaban al conde.
La otra gran incógnita en Nosferatu es acerca del origen del mal ¿viene de dentro de nosotros o de afuera? La pregunta de Ellen está viciada por la mirada de una sociedad en la que no hay espacio para los matices ni para la flexibilidad en los roles que se nos imponen. La respuesta, una vez más, es que la naturaleza humana es mucho más compleja. Esta mujer se convierte en el umbral de un monstruo porque su fuerza y su pasión son denigradas. Y, finalmente, esa misma sociedad la sacrifica para restaurar el status quo.
Me pareció curioso el hecho de que los gitanos si bien emplearon a una doncella para el ritual, nunca la sacrificaron (o esto no se mostró), mientras que la sociedad occidental sí está dispuesta a entregar a la Maiden, sin miramientos, con tal de preservar sus valores.
En el cierre vemos a Ellen vuelta la suma sacerdotisa, la May Queen definitiva: el vestido de bodas, las lilas en el cabello, la pelea de almas. La delicadeza con la que toma el rostro de Orlok y cómo lo doblega a su voluntad, llevándoselo con ella. La sonrisa tierna y triunfal. Ha cumplido su propósito, ha vencido a la oscuridad.
Una heroína memorable, sin duda.
Otras observaciones:
Me hubiese gustado ver la respuesta a ese “Remember how once we were?” de Orlok y conocer a Ellen en su faceta de dama oscura. (¿A lo mejor hay algo por allí en la versión extendida que me voy a comprar en Amazon yiiia?).
No hay forma de abarcar en estos párrafos todo lo que puede surgir de esta peli de Eggers, de modo que si alguien va pendiente de conversar sobre las ratas, profundizar en la imagen de los vestidos o del fuego, hablemos.
Las lilas: están en los vestidos de Ellen, en sus sueños, son las flores que le regala Thomas y luego se marchitan (otro indicio de la tragedia), es el nombre que le da Orlok y son estas las flores que Von Franz arroja en la cama de Ellen después del sacrificio para conmemorar su partida.
Vanessa Ives y Ellen habrían sido altas panas. Literal siguen la misma trama.
Tremenda forma de celebrar el cumpleaños 👏👏